25 de marzo de 2012

Año 1 después de Sic.

Hace días que le estaba dando vueltas a la cabeza. Quería volver al blog para escribir unas letras sinceras. Tenía ganas de hacerlo sobre alguien que a raíz de un acontecimiento, me ha hecho cambiar de actitud sobre un tipo de gente en concreto. En vida, era una persona a la que no conocía, pero juzgaba por los actos que hacía y yo veía a través de televisión. Se trata del piloto de motos Marco Simoncelli.
El joven italiano, murió trágicamente en el circuito de Sepang, Malasia, el 23 de octubre de 2011, un domingo de carreras. Haciendo lo que le gustaba, haciendo lo que amaba. Competía en el más difícil y conocido campeonato mundial de motociclismo, MotoGP.

Bastó su muerte para hacerme cambiar de opinión sobre él, y creo que a muchos que pensaban como yo, también. Me parecía un piloto atrevido, con agallas, quizás demasiado temerario... Desde hacía varios años, se cruzaba en carrera con algún piloto español, por lo que me hacía sentir esa animadversión que iba in crescendo hasta que un fatídico día todo se terminó para él.
A veces, tienen que pasar cosas terribles para que cambiemos de consideración sobre las personas, aunque no las conozcamos, insisto. Seguramente no sea justo, pero son situaciones que se crean después de una actuación concreta. Marco Simoncelli, era un luchador nato, quería ganar por encima de todo. Tuvo roces en carrera con varios pilotos españoles: Álvaro Bautista, Jorge Lorenzo, Dani Pedrosa, por eso era el objetivo de la ira de muchos paisanos. Son sentimientos difíciles de controlar, siempre tendemos a proteger lo nuestro, lo que lleva el sello de nuestro país, y no entramos a valorar que realmente lo importante del triunfo y también de la derrota, es la persona.

SuperSic, como también era conocido, nació en una pequeña localidad italiana llamada Cattolica, en la provincia de Rímini. Tenía una melena rizada y rubia que lo hacía distinguible rápidamente entre todos los pilotos. Alto, desgarbado, portaba siempre una sonrisa perenne en sus labios. Todos pensaban que tenía un futuro inmenso, pilotaba una de las mejores máquinas de la parrilla, de la marca japonesa Honda. Su dorsal, el 58. Decían que quizás, era el heredero natural de Valentino Rossi, nueve veces campeón del Mundo, uno de los mejores pilotos de motos de la historia, y amigo.

No acompañaré el artículo con la foto de su peculiar estilo de conducción, o con una derrapada en la salida de alguna de aquellas curvas que trazaba. Voy a terminar el artículo con la foto de la persona que fue... Gracias Marco, y perdón.




Un saludo desde el fondo del mar.
Diego Pino.