22 de noviembre de 2013

Barrotes de cartón.



Vivo en el país que es una cárcel con barrotes de cartón. Esa es mi conclusión, al ver y escuchar las noticias que son el pan nuestro de cada día. Se entra y se sale de esa prisión sin oposición alguna, nada ni nadie te lo impide. No hay que ser un lumbreras para darse cuenta, somos nuestro propio hazmerreír. Puedes intentar obviar esas malditas noticias un día, dos, tres, pero seamos sinceros, al final llegan hasta nuestros oídos de una manera u otra. Son noticias alarmantes, preocupantes, muy significativas. Seguro que sabrás a lo que me refiero. Llevamos un tiempo, años, que suceden una serie de acontecimientos fuera de lo común. Yo por lo menos lo considero así. Y no voy a exponer ningún caso en concreto, me alargaría hasta la saciedad.

Voy al grano. Es el pueblo quien decide el gobierno de esa cárcel a la que me refiero, nuestra alicaída España. Vemos absortos, pero abnegados, como esos dirigentes atraviesan los frágiles barrotes con suma facilidad para campear a sus anchas por ahí, pululando por aquí y por allá siempre a su antojo, un día y otro, sin miedo a nada, poseedores de una tarjeta de crédito ilimitado concedida por todos nosotros, me incluyo, te incluyo. Aquí no hacen falta llaves, la prisión no tiene puertas, ni siquiera vigilancia, todo vale. Políticos, jueces, abogados, banqueros. Si, es cierto, no puedes meter a todos en el mismo saco, pero saco hay, y rebosa. El tema está muy manoseado, se percibe en el aire, resulta incluso empalagoso, lo respiramos sin querer, polución pura y dura en forma de acontecimientos. Se que mi reflexión se estampará de nuevo contra un muro en un par de años, ya que será entonces, cuando tendremos elecciones generales, otra vez ese periodo en el que creemos ser mejores personas y en realidad lo utilizamos para sobornar a nuestra propia conciencia. Vaya papeleta la nuestra, y nunca mejor dicho. Y es aquí donde llego a otra conclusión. El pueblo español tiene la culpa de la existencia de esa cárcel con barrotes de cartón. Pero somos nosotros los únicos que podemos cambiar ese débil material por hierro, si de una vez por todas nos decidimos y nos ponemos manos a una gran obra, en condiciones, con los mejores materiales disponibles, y tratamos de conseguir que nuestros 'vigilantes', esos que ahora miran hacia otro lado, nos salvaguarden, que al fin y al cabo de eso se trata. Sin reparos, quitémonos las caretas, aquí no valen chapuzas, bastante tenemos ya. Hagamos las cosas bien por una vez en nuestra historia, que desde que me conozco, tenemos marca y nombre, pero carecemos de actitud. Yo no creo que esté más harto que tú que estás leyendo estas líneas ahora, lo estaré igual, o incluso menos, y es por eso que te invito a reflexionar, y te cito dentro de un par de primaveras en otro tipo de prisión. Hablo de esa dichosa urna de cristal que hace y deshace a su antojo, y que juega con nosotros cada cuatro añitos, a volar con los sueños de toda una nación con ganas de vivir mejor, que ya toca.




Un saludo desde el fondo del mar.
Diego Pino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario