11 de enero de 2016

Un Rayo de Sol.

Yo conocí a David Bowie en un chiringuito de playa. Allí, en un bar con vistas al Mediterráneo, escuché su voz por primera vez.

Era el verano de 1992,  y debido a mi bajo rendimiento durante aquel curso escolar, comencé a trabajar en la hostelería. Mis padres, dueños de un conocido local del pueblo, me lo impusieron como castigo. Acababa de cumplir 16 años. Ellos no saben lo agradecido que estoy, no se hacen una idea de lo bien que me sentó aquella experiencia que duró cuatro meses. 120 días de mi vida rodeado de arena, sal y hamacas.

Aquel chiringuito tenía un kiosco donde el disc jockey pinchaba música reggae, y un escenario donde algún grupo tocaba música en directo. Bob Marley era el plato fuerte del lugar, como no podía ser de otra forma. Un gris día de verano, tormenta incluida, el dj no fue a trabajar, y ocupé su puesto. No pedí permiso a nadie, ser el hijo del dueño también tenía sus privilegios. Me acerqué al pequeño kiosco de metro y medio cuadrado, donde descansaban muchísimos vinilos de diferentes artistas, agolpados, desordenados. Sentí vergüenza, no se por qué. Desconocía si lo que estaba haciendo me llevaría alguna reprimenda, pan nuestro de cada día de aquel verano, aunque ese día no lo pareciese. Recuerdo aquella mañana oscura, como me senté en el taburete y me puse los cascos. Me fijé en un rincón, donde apilados estaban todos los discos que no se ponían, muchísimos, demasiados, así que lo primero que hice fue ordenarlos alfabéticamente. Había material del bueno, aunque todavía eran desconocidas para mi aquellas bandas, y sus míticos LP's con sus coloridas portadas: Guns N' Roses, Michael Jackson, U2, Aerosmith, UB40. Había tantos, que tardé casi toda la mañana en ordenarlos. Llovía, así que el bar estaba vacío. Los camareros habían desaparecido del lugar, solo estábamos la música y yo. Escuché la voz de mi padre, lo miré. Hacía aspavientos con sus brazos, invitándome a poner algo. Me puse nervioso, nadie me había explicado como funcionaba aquello, ni siquiera sabía como hacer que sonase para toda la playa. Pero lo hice. Miré los bafles, la mesa de mezclas, con sus dos platos y metí la mano entre todos los vinilos que había. Cogí uno al azar, y lo miré con atención. Se trataba de un EP de David Bowie, titulado 'Absolute Beginners'. El destino quiso que aquel disco fuera el que abriese la puerta de la música en mi vida. Lo puse en el plato, coloqué la aguja en el exterior, y la bajé suavemente hacia el negro, me temblaba el pulso. Después subí el volumen todo lo dulcemente que pude. Noté como la oscuridad cedió, el gris desapareció. No creo que fuese casualidad. Bowie sonaba esplendoroso en la playa, su música era un rayo de sol. El tema que lleva por nombre ese EP, es uno de mis favoritos del artista, junto a 'Life on Mars', 'Let's Dance' o 'Heroes'. David Robert Jones, su auténtico nombre, me tenía reservadas muchas sorpresas, personaje camaleónico, no dejaba indiferente a nadie. Cada disco suyo era un torbellino de talento. Desde aquel momento, cuando ya comencé a devorar música, hice hincapié en ponerme al día con su discografía. No era época fácil para conseguirla, pero yo me las ingenié para conocerlo a fondo.

Conseguí darle personalidad a aquel bar de playa, y desde aquel día hasta finalizar el verano del 92, también el puesto de pinchadiscos, mezclando todo tipo de música que pasara por mis manos. Recuerdo como el baterista de la banda que tocaba en directo allí, cada vez que le ponía 'Absolute Beginners' entre las pausas de sus actuaciones, me decía que escuchar a Bowie conmigo, era el mejor momento de la semana, y me lo agradecía por ello. No he vuelto a ver a ese hombre, ni siquiera recuerdo su nombre, si sus ojos azules, y su sonrisa en el momento que empezaba a sonar aquella melodía que yo le dedicaba. Escuchar a David Bowie, sólo o acompañado, ha sido siempre un privilegio. Hoy nos ha dejado, su voz ya no está con nosotros, es un día gris y lluvioso. No creo que sea casualidad... 




Un saludo desde el fondo del mar, David Bowie.
Diego Pino.