26 de marzo de 2016

El Catorce.


El pasado jueves 24 de marzo, nos dejaba el holandés Johan Cruyff. Cuando me enteré de su muerte, me quedé frío, quizá como sus últimos años relacionados con el mundo del fútbol, su auténtica vida. Me costó reaccionar. Asimilé la triste noticia a lo largo de la tarde, intentaba recordarlo fabricando alguno de esos regates imposibles marca de la casa, o sonriendo pícaro a algún rival humillado, uno de tantos. Pero me fue imposible, y es que hay pocas cosas que me den más coraje que el no poder haber conocido futbolísticamente a este personaje. En realidad me quedaré con las ganas de disfrutarlo a él, a Alfredo Di Stefano y al brasileño Pelé. Por otro lado, si he tenido el placer de contemplar a Maradona en mi adolescencia, y a Messi en la actualidad, con lo que se completa lo que para mí es el auténtico repóker de ases de la historia del fútbol mundial. Desgraciadamente el ciclo de la vida es como uno de esos partidos que 'El Flaco' jugaba, con un pitido inicial, pero también con uno final. 

Johan Cruyff jugador, asombró al planeta fútbol durante la década de los sesenta y setenta, dándole color al fútbol en blanco y negro, e incluso alargó su magia hasta principios de los ochenta. Yo por aquel entonces era todavía un crío, y la televisión por aquella época era bastante diferente a lo que tenemos hoy en día. Después llegaron sus años como entrenador, y ahí fue cuando entendí que no era como los demás. Todo lo que había escuchado sobre él era cierto, creó el fútbol moderno, por supuesto lo llevó a cabo, primero con las botas puestas, después con la pizarra por delante, y ahora somos nosotros quienes debemos agradecérselo. No se trata de subirse a su carro, que ahora resultaría ser lo fácil, la realidad es que en ese carro queremos estar siempre los que verdaderamente amamos este deporte.

No sabría decir si en mi vida he tenido algún jugador favorito, tendría que sopesarlo mucho. Es verdad que me gustaron varios, y siguen haciéndolo, ya que me sigue apasionando el fútbol. Me inyecto la dosis precisa que me permite ser adicto y disfrutarlo. Sin fanatismos, con el amplio prisma del que lo ha mamado casi desde la cuna. También lo he practicado, y por un motivo u otro, en esos equipos donde intentaba imitar sin éxito a las verdaderas estrellas, llevaba el número catorce, como él. Sí, el catorce




Un saludo desde el fondo del mar, Johan Cruyff.
Diego Pino.